Cultivar plantas es entablar un dialogo con el paisaje. Llevar a cabo una plantación es hacerle una propuesta al ecosistema. Pero para que exista realmente un buen diálogo, debemos atender a nuestro interlocutor e intentar entender qué nos está diciendo. Acabada la construcción, es como si hubiéramos soltado un discurso. Su réplica puede incomodarnos, sorprendernos o incluso provocarnos. En vez de sentirnos desafiados preguntémonos porque rechaza una planta. Porque llena de hongos o de pulgones otra. Nuestro interlocutor: la naturaleza, tiene mucho que enseñarnos si nos paramos a observarla. La belleza fluye de nuestras manos y el ecosistema nos la devuelve naturalizada. Si elegimos el dialogo, buscaremos nuestros objetivos adoptando sus líneas orgánicas y aceptando la estética del acolchado omnipresente en ella ya que es la base de su fertilidad.
Jesus
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