Las cadenas del hábito, por lo general, son demasiado pequeñas para poder notarlas, hasta que se vuelven demasiado fuertes para poder romperlas.
Samuel Johnson

domingo, 27 de febrero de 2011

PRODUCTORES-CONSUMIDORES DE BELLEZA



Nuestro estado emocional siempre es el sumatorio de bellezas y fealdades que llegan a nuestra vida. Nos sentimos bien si hay más proporción de belleza y mal en caso contrario. Es nuestra brújula para encontrar el camino a la felicidad.
Podemos resumir la actividad humana como una búsqueda constante de la belleza. Aunque aparentemente estamos obsesionados con las cosas materiales, en realidad solo estamos intentando que a través de su belleza se manifieste lo intangible que asociamos a ellas. Es algo que no se puede comprar  ni tiene sentido  imitar. La búsqueda de esa cualidad intangible de las cosas y situaciones, nace directamente de lo que su belleza nos hace sentir.
En el fondo lo mas auténticamente real de nuestras vidas y lo que realmente perseguimos, es que nos hagan SENTIR. Sentir es experimentar la vida y es esa parte invisible de la realidad, que nos permite otorgar un valor a las cosas.
Encontramos belleza espontáneamente en cualquier ecosistema, natural o artificial. Toma infinitas formas y esta versatilidad se adapta a la naturaleza cambiante de la vida.
Puede impregnar cada instante de la vida diaria o estar ausente de ella.  Como factor fundamental de nuestro equilibrio emocional, es un potencial humano al alcance de todos.
Puede experimentarse a la vista de la naturaleza, un paisaje, una flor….
En la forma de personalizar nuestro entorno y construir nuestras relaciones. Puede habitar de forma sutil en los pequeños gestos y miradas, en una sonrisa, una palabra amable. En la música en la comida o las relaciones afectivas y sexuales………….
No es un atributo que un objeto posee sino una experiencia subjetiva que tiene lugar a nivel emocional. O sea un valor emocional que le concedemos 
De una forma natural y desde niños, somos receptores netos de belleza. La primera belleza es nuestra madre, la calidez de su voz, de su pecho, el sabor de su leche. Más tarde llega el padre, el hogar, la familia. En esa primera época, somos principalmente consumidores de belleza y si la emitimos, lo hacemos involuntariamente. Tenemos un cierto encanto, pero no hacemos nada conscientemente, con intención de liberar belleza al ambiente. Alguien a nuestro alrededor se encarga de que haya para nosotros la suficiente belleza: Los productores de esta sustancia intangible.
Vamos creciendo y pretendemos seguir igual hasta que sin darnos cuenta estamos adoptando ciertos comportamientos que liberan belleza al ambiente, porque inconscientemente intuimos que al hacerlo el ambiente nos obsequia a su vez con más belleza.
A veces la gente pierde su capacidad de liberar belleza espontáneamente y pierde su encanto. La falta de algo o alguien a quien amar (aunque sea uno mismo), hace que nunca lleguen a convertirse en productores de belleza. Se quedan en el nivel de cazadores-recolectores. Creen que la belleza de su vida depende de lo que puedan encontrar o que alguien les pueda dar.
Su vida es azarosa pues no tienen el control. Dependen de la belleza silvestre, de la que alguien expande desinteresadamente, o de que puedan convencer a algún productor para que se la ofrezca. En casos extremos pueden convertirse en mendigos o parásitos ladrones de belleza. Aves de rapiña que consumen la belleza de su alrededor, destruyéndola en cuanto la tocan, como voraces agujeros negros.
Se sienten tratados injustamente por la falta de belleza de sus vidas sin contemplar la posibilidad de transformarlas convirtiéndose en productores. Sin darse cuenta de que la belleza se puede cultivar intencionadamente.
Podemos ofrecernos belleza a nosotros mismos y a nuestro entorno, generando cambios que hagan la vida mas agradable y mas facil. Ofreciendo aquello que nos gusta recibir de los demas. Podemos ofrecer sonrisas, optimismo, palabras amables y constructivas. Podemos ofrecerles un aspecto agradable y limpio. Un rastro de orden  allí por donde pasamos. 
Cocinar, limpiar, asearse, ayudar, escuchar, ponerse en el lugar del otro, adornar una habitación, plantar una ornamental, son formas de crear belleza que alimentan directamente nuestras emociones positivas y las de la gente de nuestro entorno. Es tomar el control del nivel de belleza de nuestra vida y con él de nuestro equilibrio emocional.


Jesus

sábado, 19 de febrero de 2011

Dialogo con la naturaleza


Cultivar plantas es entablar un dialogo con el paisaje. Llevar a cabo una plantación es hacerle una propuesta al ecosistema.  Pero para que exista realmente un buen diálogo,  debemos atender a nuestro interlocutor e intentar entender qué nos está diciendo. Acabada la construcción, es como si hubiéramos soltado un discurso. Su réplica puede incomodarnos, sorprendernos o incluso provocarnos. En vez de sentirnos desafiados preguntémonos porque rechaza una planta. Porque llena de hongos o de pulgones otra. Nuestro interlocutor: la naturaleza, tiene mucho que enseñarnos si nos paramos a observarla. La belleza fluye de nuestras manos y el ecosistema nos la devuelve  naturalizada. Si elegimos el dialogo, buscaremos nuestros objetivos adoptando sus líneas orgánicas y aceptando la estética del acolchado omnipresente en ella ya que es la base de su fertilidad. 


Dejemos que suavice los contornos. Que mezcle en cierta medida los elementos naturales y vaya integrando los artificiales. Descubramos la belleza en su simplicidad y aparente caos. No aceptamos cualquier cosa que genere,  pues hacemos un esfuerzo esperando un resultado, pero tampoco intentamos imponerle todo lo que se nos ocurre. El tiempo de los discursos sin replica se ha acabado. Es el tiempo de dialogar para convertir las espacios de cultivo en un lugar de encuentro y no de confrontación. Encontrar el término medio para aprender una nueva forma de relacionarse con la vida y el planeta.


Jesus